Tuesday, November 14, 2006

Desde afuera...




Me tocó estar afuera del país los días de las marchas.
Nada podía hacerse.
Entonces ese 23 y 24 de octubre tuve que buscar como informarme de lo que había pasado.
Internet me ofrecía la opción de los medios tradicionales, algunos alternativos y por supuesto, las cadenas de información que las organizaciones han armado a través del correo electrónico.
Bloqueos, niñas muertas, bombas molotov... al final desistí de buscar información ya que parecía que a corto plazo no era posible encontrar algo confiable.
Quizás lo más desconcertante es como las marchas, como en realidad se viven, no existen en los medios y por lo tanto no existen para aquellos que no estuvimos ahí.
La noche del 24 llamé a mi casa e indagué un poco.
Como antecedente debo decir que la única que ha marchado contra el TLC en mi hogar soy yo. No es una cuestión ideológica, todos estamos en contra del tratado.
Sino que como muchos costarricenses, mis padres nunca han visto la urgencia de marchar.
Yo, que disfruto las marchas como fiestas y las vivo como guerras, me he encargado de representarlos hasta ahora.
Entonces ese 24 llamé esperando que al menos que mi familia me contara lo que había visto en televisión... pero me encontré con una anécdota que me hizo sonreír a miles de kilómetros de casa.
Me cuenta mi mamá, quién trabaja en una escuelita marginal pública en un pueblito rural de Coronado, que el lunes solamente ella faltó para apoyar la marcha.
Volvió a la escuela por la tarde y se dio cuenta de que sus compañeras pensaban que ella no había ido porque podía darse el lujo de "faltar para vacacionar".
El director le pidió explicaciones y la regañó por no avisar con "la debida anticipación" que estaría ausente.
Ella les explicó que sentía que era su responsabilidad defender una causa en la que creía. Que no estaba enferma ni vacacionando y que quién no estuviese de acuerdo con el TLC debía usar su voz y hacerlo saber.
Solo dos maestras dieron clases al día siguiente.
Entonces... a las informaciones malintencionadas, incompletas, mediocres, desesperanzadoras, insulsas, panfletarias y falsas son opacadas por las que la gente común se transmite: de boca a boca, de correo a correo y por medio del ejemplo.
Más tarde, pude ver fotos tomadas por gente común -no periodistas- que demostraban el poder de nuestro pueblo.
Lo triste es saber que desde afuera no hay manera de saber que un movimiento tan hermoso y efectivo se está dando en nuestro país.